Según la OMS, la enfermedad de Alzheimer es una patología neurodegenerativa caracterizada por un deterioro progresivo de la memoria y la función cognitiva. Es el tipo de demencia más común y representa aproximadamente el 50-75 % de todos los casos de demencia.
En el transcurso de esta enfermedad se van dañando y destruyendo progresivamente las neuronas o células nerviosas. A consecuencia de este deterioro, van apareciendo los síntomas característicos como la pérdida de la memoria y, especialmente, la dificultad para recordar información recibida recientemente. Esta suele ser una de las primeras manifestaciones más frecuentes que pueden aparecer al inicio del alzhéimer.
Otros síntomas clínicos que pueden presentarse son: alteraciones en la concentración y aprendizaje, problemas de razonamiento (imposibilidad para realizar tareas sencillas o resolver problemas y dificultades en la comunicación escrita u oral), trastornos de la conducta (cambios de ánimo o de personalidad y confusión de lugares, personas y eventos) y alteraciones visuales (problemas para comprender imágenes).
Además de la genética, existen diversos factores de riesgo que parecen estar relacionados con distintos tipos de demencia, como alteraciones en el metabolismo, la resistencia a la insulina (diabetes), la exposición a tóxicos (metales pesados) y algunos factores nutricionales y de estilo de vida.